Cuando terminé la licenciatura en Química
decidí que abandonaba mi carrera para dedicarme a la música (en realidad lo
decidí antes, pero me faltaban sólo 7 materias y me esperé hasta terminar). La
ciencia me llena intelectualmente, pero el arte lo hace intelectual, emocional
y espiritualmente.
Para bien o para mal, mi formación
inicial como investigador (en el área de Electroquímica Analítica, para los que
tengan la inquietud de saberlo) disciplinó y educó a mi conflictiva mente
analítica, y desde entonces me dedico a buscar patrones en todo lo que me rodea
(hay quienes me molestan diciendo que soy como los personajes de las películas
"Pi, el orden del caos" o "Una mente brillante"), además de
objetar todo lo que se desvía de lo ideal o que actúa en detrimento de la
calidad de las cosas (los mediocres se ven más afectados y prefieren llamarme
"negativo").
Como sea, en mi tesis escribí un prólogo
en el que, de alguna manera, me justificaba por ese paso, por dejar la ciencia
e irme al arte. Una parte del mismo decía:
“… hemos llegado al punto de hacer arte con la
ciencia; de hecho es difícil distinguir hasta dónde podemos ser artistas que
trabajan con ciencia (y tecnología) y hasta dónde científicos que trabajan con
arte. Sin embargo, por una especie de ‘miopía intelectual’ que no alcanzo a
comprender, a los científicos les encanta sumergirse en los fascinantes abismos
de la abstracción, adornándose con la terminología más sofisticada, tratando de
resolver paradójicos problemas que después ofrecen como respuesta alguna
dicotomía, dejando muchas veces de analizar fenómenos por discutir conceptos (y
por lo tanto el uso de palabras) y se les olvida que a veces hay que dejarse
impresionar y admirar, simplemente, la belleza del proceso…”
Obviamente a nadie le gustaba lo que
decía, excepto por una maestra que era parte de mis sinodales. Desde entonces
he tenido que vivir con las consecuencias de esa esquizofrénica situación que
me hace demasiado artista para ser científico y demasiado científico para ser
artista. A esto se le suma mi interés por la espiritualidad (con base en
experiencias personales), completando la tríada de mis intereses en la vida, y
nuevamente la ciencia era el componente que creaba disonancia. Con cierta
esperanza idealicé una especie de "tierra prometida" en la que
llegará un día en que la ciencia y la religión hablen el mismo idioma, y aunque
la confluencia es evidente entre la espiritualidad y las implicaciones
profundas de la mecánica cuántica, lo cierto es que aún falta mucho para
alcanzar esa utopía.
Pero la ciencia también se basa en
la fe sobre muchas teorías y modelos que resultan "adecuados" o
convenientes para explicar o describir cierto comportamiento o los resultados
registrados de la medición de una manifestación física; con el tiempo resulta
que se desmiente el "conocimiento universal" y se aceptan nuevas
teorías y modelos que más adelante pueden tener el mismo destino, porque en
esencia, en la mayoría de los casos, nadie ha visto aquello que se está
tratando de justificar.
Alguna vez escribí que realmente nadie ha
visto ni a dios ni a los quarks, y pienso que esas teorías son los "dogmas
de razón" que constituyen el sistema de creencias de la ciencia. Alguien
puede objetar diciendo que no son inamovibles como los dogmas de fe de la religión,
y eso es cierto, por algo se van modificando, pero... por un lado, esos
conceptos que ahora consideramos equivocados se tomaron por
"verdades" en su tiempo y se defendieron como tales, y por otra
parte, la historia tiene registrado cómo se resistió la comunidad científica
ante las innovaciones de los "rebeldes", como Nikola Tesla en el
electromagnetismo, Neils Bohr en la física cuántica, Alfred Werner en la
química inorgánica, etc.
La soberbia de los científicos que
practican la doctrina llamada 'cientificismo' les hace creer que están
calificados para juzgar y evaluar todas las áreas de experiencia y conocimiento
de la humanidad desde la comodidad de su propio dominio, pues no tienen la
humildad para adentrarse a conocer las condiciones en un medio ajeno al suyo.
Es como juzgar los usos y costumbres esquimales desde el código moral de
nuestra sociedad, por ejemplo.
Lo que termina ocurriendo es que
esos cientificistas se empeñan en argumentar neciamente la falta de
"justificación científica", y dejan de considerar los resultados de
la parte pragmática, fenomenológica, y en ese momento traicionan su postura
científica.
Es muy común que al hablar de
Astrología (la otra disciplina de conocimiento que he estudiado), la gente de
inmediato objete diciendo "¿qué bases científicas hay para ello?",
¡cuando ni siquiera son científicos!, como si la ciencia tuviera la razón
absoluta de todo lo que propone, además de que seguramente muchas personas no
entenderían las "razones científicas" en la mayoría de los casos. Sin
ir más lejos, cuando explico las razones por las que dos estilos de cerveza son
diferentes (sí, también a eso me dedico), la gente tiene esa cara de "no
entiendo nada de lo que estás diciendo", ahora imaginen lo que sucedería si
se les explica el experimento que le da a Bohr la razón sobre Einstein...
Pero como comentaba, piden justificaciones
científicas para validar lo que afirma la Astrología y dejan de ver el HECHO de
que un desconocido puede explicar o inferir características psicológicas o
situaciones en una persona o en una pareja a partir de interpretaciones en un
sistema simbólico personalizado, y en muchas ocasiones utilizando textos que
escribió alguien en otro tiempo, en otro lugar, hasta en otro idioma, y que
jamás se imaginó que algún día, en algún lugar, existirían las personas
involucradas en este caso.
Yo hasta uso un ridículo ejemplo
para esto:
Supongan una tirada de fantasía en el billar (digamos, en el juego
"Bola 8") en el que una bola golpeará a otra que correrá de frente,
esquivará a otra trazando un semicírculo para continuar su trayectoria
original, y después dará un súbito giro de 90° para empujar la bola 8 a la
buchaca y ganar la partida. Al realizar la tirada, todo sale tal y como lo he
descrito, pero la bola giró antes y no llegó a la número 8; nótese que sí hizo
un semicírculo para rodear a la bola que estorbaba y giró súbitamente en un
ángulo de 90°... a pesar de eso, el (pseudo) científico dice "¿lo ves? es
imposible, te faltaron 15cm".
Recuerdo una escena de la película
“Contacto”, basada en el libro de Carl Sagan, en donde supuestamente la
protagonista tuvo una experiencia de 14 horas que documentó con una cámara de
vídeo, pero que para los observadores en la Tierra duró sólo unos segundos, y
uno de los personajes le dice a otro “el punto aquí no es sí la cámara grabó
estática, ¡sino que grabó 14 horas de estática!”.
El HECHO es irrefutable, y sin embargo
debaten apasionadamente para rechazar la justificación o los fundamentos. ESO
NO ES LO QUE HACE UN AUTÉNTICO CIENTÍFICO. Yo he visto como algunos tratan de
encontrar, especulando, un modelo que pueda explicar los resultados obtenidos
en sus propios experimentos, si no es que son cálculos teóricos únicamente. Y
no es que esto no sea válido, pero si lo es para la ciencia entonces también
para cualquier otra disciplina cognoscitiva.
Quisiera citar un comentario de Stephen
Hawking, tomado de su libro ''Brief history of time'', con respecto a la
confirmación de las predicciones de la Teoría de la Relatividad General sobre
las desviaciones de la luz en el espacio exterior: ''...los errores eran tan grandes como el efecto que se trataba de
medir. Sus medidas habían sido o un caso de suerte, o un caso de conocimiento
del resultado que se quería obtener, lo que ocurre con relativa frecuencia en
la ciencia...''
Este fue un caso en el que los
científicos, al menos aquellos que buscan explicar lo inexplicable en su
momento, aceptaron los resultados, los hechos, las mediciones (incluso con
errores), a pesar de que esa nueva concepción del Universo (un espacio curvo de
cuatro dimensiones) no tenía entonces una teoría completa y totalmente
verificada, ni aceptada ampliamente por los físicos y matemáticos más
conservadores de su tiempo; y apenas unos años más tarde, irónicamente, el
mismo Eisntein sería el detractor de la teoría cuántica defendida por Bohr,
Schrödinger, Heisenberg y otros científicos, legando el famoso comentario
acerca de su resistencia a creer en un dios que jugara a los dados.
Es posible que en este momento no podamos
encontrar una explicación satisfactoria que relacione la mecánica celeste con
el simbolismo astrológico, pero sólo los necios evaden los hechos. Los necios
refutan las interacciones energéticas entre cuerpos celestes dentro de nuestro
sistema solar pero aplauden la aseveración de interacción a distancia en puntos
distantes del universo entre partículas subatómicas. Los necios difaman a las
experiencias que sugieren manifestaciones "paranormales" de energía
pero desconocen o ignoran las consecuencias de los experimentos de la física
cuántica que han dado lugar a la creación de la metafísica. Y la lista de
ejemplos sigue y sigue...
Para terminar quiero citar, con mi propia
traducción, un par de párrafos del libro “Physics and philosophy: the revolution
in modern science” de Werner Heisenberg, que espero que les de mucho en qué
pensar a quienes consideran que la ciencia es infalible y totalmente apegada a
la realidad “objetiva”:
"Durante los meses siguientes a esas
discusiones (en el otoño de 1926 entre Bohr, Schrödinger y un grupo de físicos
de Copenague) un estudio intensivo de todas las preguntas concernientes a la
interpretación de la teoría cuántica finalmente llevó a una completa y, como
muchos físicos creen, satisfactoria aclaración de la situación. Pero no era una
solución que uno pudiera aceptar fácilmente."
"Recuerdo discusiones
con Bohr que duraban muchas horas hasta muy tarde en la noche y terminaban casi
en la desesperación; y cuando al final de la discusión iba solo a una caminata
en un parque cercano me repetía una y otra vez la misma pregunta: ¿Es posible
que la naturaleza sea tan absurda como nos parece en esos experimentos
atómicos?"
(Heisenberg y Bohr)